
Saltillo, Coahuila; 18 de mayo.- Saltillo amaneció herido. La madrugada del sábado, en la colonia Nueva Tlaxcala, el aire olía a humo, a cenizas… a muerte. A las 4:00 de la mañana, cuando la mayoría dormía ajena al horror que se gestaba, un altar encendido con fe se convirtió en el inicio de una tragedia inconsolable. Las llamas, voraces e implacables, se apoderaron de una vivienda en la calle La Lomita, dejando tras de sí el silencio sepulcral de siete vidas perdidas.
No hubo tiempo de gritar, ni de correr. La planta baja —una zona común sin divisiones donde se compartía la vida— fue consumida rápidamente por el fuego. Cocina, sala y habitaciones improvisadas ardieron como papel. Luego, las llamas se alzaron hacia la planta alta, envolviendo las tres recámaras donde dormían once integrantes de una familia.
En una escena digna del infierno, siete de ellos quedaron atrapados. Sus cuerpos, calcinados, fueron hallados horas después entre los restos negros del que alguna vez fue su hogar. Los nombres de las víctimas son desgarradores por lo que representan:
María de Jesús Picazo Alvarado, de 64 años
Karely Guadalupe Tovar Durón, de 15
Lorena González Valencia, de 28
Edwin Orlando Compeán Tovar, de 10
Dayana Aylin Tovar González, de 5
Regina González Valencia, de 8
Mía Joselin Guerrero Picazo, de apenas 6 años
Siete historias truncadas. Siete sillas vacías en la mesa. Siete silencios eternos.
Pero incluso en medio del caos, hubo un instante de luz. Un sobreviviente identificado como Rogelio Tovar despertó entre el humo. En un acto desesperado, y heroico, junto con su padre, tomaron a dos personas y, sin pensarlo, las arrojaron desde la planta alta para alejarlas del fuego. Entre ellas, una niña de 8 años que ahora lucha por reponerse en un hospital, fuera de peligro. Los héroes, en cambio, fueron trasladados graves a la clínica 2 del IMSS, con el cuerpo herido pero el alma aún ardiendo.
Las sirenas rompieron la madrugada. Bomberos, paramédicos y cuerpos de emergencia llegaron para enfrentar una escena devastadora. No había qué salvar, más que los recuerdos. Los vecinos lloraban, se abrazaban, rezaban entre sollozos. Las cenizas seguían cayendo cuando el sol comenzó a salir sobre una colonia que ya no será la misma.
La Fiscalía ha iniciado una investigación para confirmar si fue una veladora la chispa de este infierno. Mientras tanto, Saltillo llora. Llora a sus niños, a sus madres, a sus abuelas. Llora una tragedia que no debió ser. Una llama de fe que terminó devorando el hogar entero.
Y en medio de la tristeza, la pregunta queda flotando en el aire: ¿cómo se cura una herida así?
HDC