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Traicionó a su país para evitar una crisis nuclear

Chang llegó a EU en 1988 después de pasar toda su vida en Taiwán, para informar sobre las ambiciones nucleares de su gobierno

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Chang llegó a EU en 1988 después de pasar toda su vida en Taiwán, para informar sobre las ambiciones nucleares de su gobierno

Por: Agencias

Estados Unidos.- En 1988, Taiwán intentaba fabricar su primera bomba nuclear, pero un cientí­fico militar puso fin a sus aspiraciones cuando desertó a Estados Unidos y expuso esos planes. Esta es la historia de un hombre que insiste en que tuvo que traicionar a su paí­s para poder salvarlo. Hasta hoy, los crí­ticos consideran a Chang Hsien-yi un traidor, pero él no tiene remordimientos. "Si pudiera hacerlo de nuevo, lo harí­a", dice calmadamente el desafiante anciano de 73 aí±os, desde su casa en el estado de Idaho. El excoronel ha estado viviendo allí­ desde 1988 cuando huyó a EE.UU., un aliado cercano de la isla, y esta es su primera entrevista sustancial sobre ese perí­odo. Dada la estrecha relación que Estados Unidos mantiene con Taiwán la historia puede parecer desconcertante, pero fue gracias a Chang que Washington descubrió que el gobierno taiwanés habí­a ordenado secretamente a sus cientí­ficos desarrollar armas nucleares. El enemigo de Taiwán, el gobierno comunista de China, habí­a estado construyendo su arsenal nuclear desde los aí±os 60, y a los taiwaneses les aterrorizaba sufrir un ataque. Taiwán se separó de China después de la guerra civil en 1949. China sigue considerando a Taiwán como una provincia separatista y ha prometido reunificarse con la isla, por la fuerza si es necesario. Y para esa época el liderazgo de la isla también se encontraba en una fase incierta: su presidente, Chiang Ching-kuo, estaba muriendo, y Estados Unidos pensaba que el general Hau Pei-tsun, a quien consideraba una figura agresiva, se convertirí­a en su sucesor. En Washington estaban preocupados por la nuclearización del Estrecho de Taiwán y se empeí±aron en detener la ambición nuclear de la isla y evitar una carrera armamentista regional. Cientí­fico clave Cuando Chang fue reclutado por la CIA a principios de los aí±os ochenta, era subdirector del Instituto de Investigación de Energí­a Nuclear de Taiwán, responsable del programa de armas nucleares. Al ser uno de los cientí­ficos nucleares clave de Taiwán, disfrutaba de una vida de privilegios y un salario lucrativo. Pero dice que comenzó a preguntarse si la isla deberí­a tener armas nucleares después del catastrófico accidente de Chernobyl en 1986, en la antigua Unión Soviética. Lo convenció el argumento de los estadounidenses de que detener el programa serí­a "bueno para la paz y beneficiaba a la China continental y a Taiwán". "Eso encajaba mucho en mi mentalidad", reflexiona Chang. "Pero la razón más importante por la que estuve de acuerdo fue que hicieron grandes esfuerzos para asegurarme de que garantizarí­an mi seguridad". La siguiente tarea fue sacarlo a él y a su familia. Deserción En ese momento, los militares no podí­an salir de Taiwán sin permiso. Por lo tanto, Chang primero se aseguró de la seguridad de su esposa y tres nií±os pequeí±os, enviándolos a Japón para unas vacaciones. La mujer, Betty, dice que no tení­a ni idea de la doble vida de su marido. Sólo habí­an hablado de la posibilidad de que aceptara un trabajo en Estados Unidos. "Me dijo que era una prueba para ver lo fácil que podí­a salir de Taiwán y cuánto equipaje podí­a empacar", recuerda Betty. La seí±ora Chang viajó el 8 de enero de 1988 con sus hijos, emocionados de visitar Disneyland en Tokio. Al dí­a siguiente, el Chang tomó un vuelo a los Estados Unidos con un pasaporte falso proporcionado por la CIA. Todo lo que tení­a consigo era algo de dinero y algunas posesiones personales. Contrariamente a los reportes anteriores, asegura que no se llevó un solo documento con él cuando salió de Taiwán. "El gobierno estadounidense tení­a toda la evidencia, sólo necesitaban a alguien - yo - para corroborarlo", asegura. Mientras tanto, en Tokio, Betty Chang fue abordada por una mujer que le entregó una carta de Chang. Ese fue el momento en que descubrió que su esposo era un espí­a de la CIA y que habí­a desertado. "Dijo: 'Nunca volverás a Taiwán y de Japón irás a Estados Unidos'... fue una sorpresa para mí­. "Sólo lloré cuando supe que ya no podí­a volver a Taiwán", recuerda la seí±ora Chang. Nueva vida La familia fue colocada en un avión con destino a Seattle, donde fueron recibidos por el Chang en el aeropuerto. Los Chang fueron colocados más tarde en una casa segura en Virginia, debido a los temores de que el cientí­fico fuera asesinado por agentes taiwaneses o patriotas extremistas. Al cabo de un mes, Estados Unidos logró presionar a Taiwán para que pusiera fin al programa, utilizando la información de inteligencia que habí­a reunido y el testimonio de Chang. Se cree que Taiwán estaba sólo a uno o dos aí±os de completar una bomba nuclear. Sin perdón Chang ha permanecido en silencio durante décadas. Pero con su reciente retiro ahora quiere poner las cosas claras con un libro de memorias, titulado "Nuclear: ¿Espí­a de la CIA? Registro de una entrevista con Chang Hsien-yi". Taiwan tiene plantas nucleares, contras las que ha habido protestas. El libro, escrito con el académico Chen Yi-shen y publicado en diciembre, ha reavivado el debate sobre si Chang hizo lo correcto para Taiwán. Algunos lo alaban por prevenir una posible guerra nuclear. Pero otros ven sus acciones como una manera de negar a Taiwán las armas que necesitaba para su autodefensa y supervivencia. Incluso el gobernante Partido Democrático Progresista (PDP) de Taiwán, que se opone oficialmente al desarrollo de la energí­a y armas nucleares, tienen una sombrí­a visión de las acciones de Chang. "Independientemente de cuáles sean sus puntos de vista polí­ticos, cuando se traiciona a su paí­s, no es aceptable...no puede ser perdonado", dice Wang Ting-yu, presidente del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa del parlamento. Riesgo inaceptable Pero Chang insiste en que temí­a entonces que polí­ticos taiwaneses ambiciosos usaran armas nucleares para tratar de recuperar la parte continental de China. Afirma que la seí±ora Chiang Kai Shek, la madrastra del fallecido presidente Chiang Ching-kuo, y un grupo de generales leales a ella, habí­an llegado incluso a establecer una cadena de mando separada para acelerar el desarrollo de las armas nucleares. "Dijeron que no las usarí­an, pero nadie lo creyó", dice Chang, quien insiste en que Estados Unidos ciertamente no lo hizo. Y todaví­a hoy puede haber polí­ticos tentados a usar tales armas, esta vez para buscar la independencia formal de Taiwán de China a cualquier costo, advierte el antiguo espí­a. Pero Wang, del PDP, rechaza esta noción. "No consideramos eso, ni siquiera lo pensamos", dice. A lo largo de los aí±os, algunos presidentes taiwaneses han insinuado el deseo de reactivar el programa de armas nucleares de la isla, pero estas sugerencias han sido rápidamente anuladas por las objeciones de Washington. Sin embargo, se considera que la isla tiene la capacidad de fabricar armas nucleares rápidamente si fuera necesario. El programa de Taiwán se desarrolló en respuesta al arsenal de misiles de China, varios de los cuales están expuestos en el Museo Militar de Beijing. Y en los últimos aí±os China también ha amenazado con atacar si Taiwán alguna vez despliega armas nucleares. 'Amo a Taiwán' Después de su deserción, el ejército de Taiwán calificó al Chang como fugitivo. Pero incluso después de que su orden de detención expirara en 2000, no regresó a Taiwán y no planea hacerlo. í‰l no quiere lidiar con las crí­ticas que está seguro enfrentarí­a ni con el impacto negativo que tendrí­an sobre su familia allí­. En 1990, fueron reasentados permanentemente en Idaho, donde Chang trabajó como ingeniero consultor y cientí­fico en los Laboratorios Nacionales de Idaho del gobierno de los Estados Unidos hasta que se retiró en 2013. Dice que su único pesar es que no pudo ver a sus padres antes de que fallecieran. "No tienes que estar en Taiwán para amar a Taiwán, amo a Taiwán", dice Chang. "Soy taiwanés, soy chino, no quiero ver a los chinos de ambos lados del Estrecho de Taiwán matándose unos a otros", concluye.

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