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Con olor a destape

Queda claro que el mensaje de fondo es otro: su ruta apunta a la alcaldía de Torreón.

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Por: Plaza Mayor

Sin aspavientos, Hugo Dávila Prado se autodestapó. En un video que parecía solamente informativo –sobre una cirugía a la que será sometido esta semana– deslizó, como quien no quiere la cosa, su intención de estar en la boleta electoral en 2027. Anticipó que ve por su salud, y que el lunes regresa a sus labores como coordinador del programa Mejora en Torreón.

Queda claro que el mensaje de fondo es otro: su ruta apunta a la alcaldía de Torreón. En política nada es casual y el video, aunque con tono mesurado, lleva mucha carga: Hugo se pone en el radar y mide simpatías.



Los contrastes


Mientras Hugo Dávila Prado comunicó con serenidad que será intervenido por un tumor renal y anunció su regreso en una semana, Román Alberto Cepeda optó por callar y tratar de guardar las apariencias… hasta que no pudo. No fue sino hasta que su deterioro físico se volvió inocultable que admitió estar enfermo.

Los contrastes son evidentes. A uno lo vemos salir al paso, con responsabilidad política –como él mismo lo llama– y al otro, aferrado a ocultar la realidad. Hasta en los asuntos difíciles, como la salud, la echura política se nota.



Clase política vigente


Lo dicho por Hugo Dávila Prado en su video no solo deja entrever su aspiración política rumbo a 2027; también sirve para mostrar que la política torreonense no se reduce a la imagen desgastada de Román Alberto Cepeda y su equipo, y que hay cuadros priistas en Torreón con interés, capacidad y temple para disputar el futuro. Su gesto deja claro que en el PRI hay una clase política activa, en unidad con el proyecto del gobernador Manolo Jiménez y que no se resigna a quedar encasillada en el desprestigio del actual alcalde.



Sin tacto


Si algo retrata con precisión el estilo de gobierno en Torreón, es la actitud con la que sus funcionarios encaran el descontento ciudadano. El director de Obras Públicas, Adolfo Von Bertrab Saracho, acudió a reunirse con vecinos inconformes por la construcción del sistema vial Abastos–Independencia, y en lugar de escucharlos con respeto, optó por regañarlos. “¿A poco para construir sus casas no tumbaron árboles?”, les soltó, en tono inquisidor, como si el reclamo vecinal fuera capricho y no una legítima preocupación ambiental. En lugar de tender puentes, alzó muros. Ese desdén, esa torpeza política, no es aislada: refleja la lógica de una administración que confunde el ejercicio del poder con la imposición y el diálogo con la soberbia. En Torreón, a los ciudadanos no se les toma en cuenta; se les reprende.






DMC

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