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Eunice Espinoza y el gran milagro de la maternidad

Saraí Valentina es la respuesta de Dios a su plegaria

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Por: Fabiola Ferrer

Sabinas, Coahuila.- “Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá”, (Lucas 1,45).

En septiembre del 2002, Elpidio Celestino Rivera y Eunice Saraí Espinoza Velázquez, se unieron en feliz matrimonio, sin saber todo lo que el destino tenía deparado para ellos.

En exclusiva para Periódico Zócalo, Eunice abrió su corazón compartiéndonos su espera de 21 años para convertirse en mamá.

“Cuando nos casamos desde un inicio acariciamos la idea de convertirnos en padres, dejamos que Dios decidiera cuándo era el momento, pues siempre hemos confiado que su tiempo es perfecto.

Pero los años pasaban, el miedo empezaba a sentirse a pesar de nuestra fe cristiana, misma que siempre hemos tratado de fortalecer y de alimentar.

Con el miedo llegaban otras emociones como la angustia, la vergüenza, pues sólo quien lo vive, sabe lo difícil que es estar explicando por qué no tienes hijos, te sientes fuera de lugar, porque en todos los círculos el tema central es la maternidad y todo lo que la envuelve.

Durante 15 años me mantuve sólo como espectadora con mis familiares y amistades, y anhelaba con todo el corazón conocer ese amor con el que estaban formando a esas personitas que lo eran todo para ellas.

Incluso entre mi esposo y yo hablamos de una posible adopción, pero fue hasta el año del 2019 que tomamos la alternativa de la inseminación en la ciudad de Piedras Negras.

En un periodo de cuatro años me sometí a tres inseminaciones que resultaron fallidas.

Cada prueba negativa era un duro golpe a nuestros sueños, a nuestra esperanza.

Durante ese proceso me detectaron unos pequeños miomas, que en ese momento me dijeron los médicos que no representaban mayor peligro.

Las oraciones y el constante abrazo de la familia, la Iglesia, los amigos nos fortalecían para seguir adelante.

 

 

El siguiente reto fue probar suerte en una clínica de fertilidad en Monterrey, con un embarazo in-vitro (tratamiento de fertilidad que permite la fecundación del óvulo con el espermatozoide en un laboratorio).

Nos dieron muchas esperanzas, pero en ese entonces mi edad ya rondaba entre los 45 años.

El estrés era mucho porque los gastos que implican estos procedimientos son elevados, pero Dios siempre abre puertas donde está su gracia y su misericordia.

Por fin en marzo del 2023 llegó esa respuesta por la que tantos años doblamos rodilla.

De los dos embriones que me implantaron, uno dio positivo.

Fue un embarazo hermoso durante los primeros dos trimestres, pero un sábado 27 de agosto de ese mismo año, noté muy poco movimiento de mi bebé, pensé que tal vez era normal, no quise alarmarme ni alarmar a mi esposo, pero el domingo 28 ya no sentía movimiento.

Me revisaron de urgencia y el médico ginecólogo nos dio una noticia que hasta el día de hoy retumba fuerte en nuestros oídos.

Nos dijo: Su bebé ya no tiene movimiento, su corazón dejó de latir.

Mi esposo se desplomó, pidió otro estudio, pero el resultado fue el mismo.

Me practicaron una cesárea, y al salir de la anestesia recuerdo bien que le dije a mi esposo, quiero volver a intentarlo, Dios me lo prometió y yo le creo.

Despedirnos de Matías, es por mucho lo más doloroso y lo más difícil que hemos atravesado como personas y como matrimonio.

Dios puso muchos ángeles en nuestro camino para soportar esa pérdida, nunca nos soltó de su mano.

El ginecólogo que me practicó la cesárea dijo que quizá uno de los miomas afectó su crecimiento, pero al sacarlo de mi vientre descubrieron que el cordón umbilical tenía un nudo, al que nombran “nudo verdadero”, una complicación muy poco frecuente que puede ocasionar muerte fetal, es un caso entre un millón.

Una vez que logré recuperarme, volvimos a la clínica de fertilidad, me dijeron que al menos tenía que esperar seis meses para intentarlo nuevamente, pero detectaron que un mioma estaba creciendo y fue someterme de nuevo a cirugía, y esperar otros seis meses más.

Pero ya había esperado tantos años, que no esperara unos meses más.

En septiembre del 2023 fue mi segundo in-vitro.

Esta vez los dos embriones pegaron, nos dieron la noticia que tendríamos mellizos, el corazón nos estalló de felicidad, fue como ver el arcoíris después de la tormenta.

Pero a las 10 semanas presenté malestares en las vías urinarias, me examinaron y otro golpe más, uno de los bebés dejó de crecer.

Para mi esposo fue otro desplome, pero yo sólo le pedía a Dios que el bebé que seguía creciendo llegara a nuestros brazos sano.

Fue un embrazo difícil, al sexto mes un perinatólogo (ginecólogo especializado en embarazos de alto riesgo), me hizo un examen estructural, nos dijo que veía algo raro, a mi bebé con la nariz muy ancha, todo indicaba que venía con una discapacidad y nos dijo que lo más viable era suspender el embarazo.

Yo me negué desde el minuto uno, y dije con toda mi alma, como Dios quiera, estamos preparados para ser padres especiales y seremos los mejores.

Un amigo pastor de Monclova nos recomendó pedir una segunda opinión.

Oraron tanto por nosotros y nuestro bebé.

Él nos guió hacia un genetista, que recuerdo bien nos atendió muy noche porque fue el único espacio que nos encontró, y sorpresivamente nos dijo todo lo contrario, que era una bebé sana.

El 27 de abril nació Saraí Valentina cuyo nombre significa "Guerrera de Dios".

Contra desalentadores pronósticos nació perfecta, y a mis 47 años tuve la enorme bendición de convertirme en mamá.

Hoy es una pequeña de un año que le ha dado tanta vida a nuestra vida.

 

 

Yo les digo a todas esas mujeres que sueñan en convertirse en madres, no esperen tanto tiempo, confíen en que su fe sea más grande que su miedo, porque para Dios no hay imposibles".

“Y este diez de mayo lo celebro por todas aquellas que se identifican con mi lucha”.

Fueron las palabras de Eunice Espinoza en exclusiva para Periódico Zócalo.

 

 

 

 

DGLJ

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