
Por: Excélsior
Ciudad de México; 9 de mayo.- A partir de datos oficiales, muestra que Leo fue un nombre sólido desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX. Sin embargo, a partir de los años 50 comenzó una larga caída, tocando fondo en los años 90. Fue recién en el año 2000 cuando comenzó su ascenso imparable, alimentado por una ola de nombres “retro”, referencias culturales populares —de DiCaprio a los superhéroes— y un gusto creciente por los nombres cortos y sonoros.
La elección de Leo no es menor en el contexto vaticano. Con su decisión, Robert Prevost se convierte no solo en el primer papa nacido en Estados Unidos, sino también en el primer pontífice en más de 120 años en retomar uno de los nombres más antiguos y cargados de historia: León.
A lo largo de los siglos, 13 papas han llevado ese nombre, incluyendo figuras de enorme peso teológico y político. El más recordado quizás sea León I “el Magno”, que enfrentó a Atila el Huno y consolidó la autoridad del papado. El último fue León XIII, promotor de la encíclica Rerum Novarum y símbolo del papado moderno a inicios del siglo XX.
El nuevo León XIV se suma así a una tradición papal cargada de simbolismo, y al mismo tiempo, sintoniza con las modas del presente. En una Iglesia que busca acercarse a nuevas generaciones sin perder la fuerza de su legado, el nombre podría ser más que una elección: un mensaje.
AFL