
El adolescente publicó tres mensajes en los que avisaba sobre su última decisión.
Por: Agencias
SDP Noticias â México.- El mundo de Ignacio Chávez, como el de cualquier joven mexicano de 14 aí±os de edad, giraba en torno a los diferentes pasatiempos que un adolescente como él podía tener, o al menos eso aparentaba.
Música, deportes, redes sociales, los problemas de la escuela, los tempranos jugueteos con jovencitas de su edad; para Ignacio, o âEl Púasâ, como lo apodaban sus más cercanas amistades, las dificultades parecían no tener gran trascendencia.
Sin embargo en sus adentros, ânachoâ, como lo llamaban sus hermanos, experimentaba serios problemas que lo llevaron a tomar una decisión de la que no podría dar marcha atrás: quitarse la vida.
Su perfil de Facebook, fungió como el lienzo donde sus últimos pensamientos, dolorosos y definitivos, fueron plasmados para la posteridad.
âTe amo jazmín ferrusca nunca lo olvides y te pido un favor muy grande me cuidas bien a mi cuí±adita xf vor amor mi princesaâ, publicó âel Púasâ el mediodía del pasado 12 de enero, declarando, sin más ni menos, su carií±o por una joven de su edad.
Más tarde, el adolescente posteó en su perfil de Facebook otro mensaje en el que agradecía y se despedía de sus familiares y amigos.
âLos quiero familia amigo nunca me olviden todos fueron la vandota los quiero un chingo y pz ya no tengo de otra a si esq vay son mis últimas palabras q doyâ, lo cual fue interpretado por los contactos que leyeron el mensaje, como una broma o una falsa alarma.
Una hora más tarde, âel Púasâ dejó el último de sus mensajes, el más terminante y claro: âLos amo a todos nunca cambien amigos carnales los quieroâ.
Las palabras no eran una advertencia ilusoria. Alrededor de las dos de la tarde, la madre de ânachoâ llegó a su casa, ingresó a la recámara del menor y lo encontró sin vida, asfixiado y pendiendo de una cuerda.
De forma inmediata, descolgó a su hijo y desesperada, salió con el frío cuerpo a las calles de la colonia San Mateo Tlaltenango, Cuajimalpa, en busca de auxilio, pero como ella misma corroboró, ya no había nada qué hacer.