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Viviendo del aplauso y la propina

La carrera de un músico puede llevarse tantos años como para estudiar Medicina

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La carrera de un músico puede llevarse tantos aí±os como para estudiar Medicina

Por: Adrián Galindo Aréchiga Saltillo, Coah.- Son músicos que viven del aplauso y la propina; que tocan por cerveza o por darse a conocer. También son adultos con empleos estables y familias que mantener. Artistas independientes que buscan otros ingresos, lejos de sueí±os de fama y de fortuna. La carrera de un músico puede llevarse tantos aí±os como para estudiar Medicina y al final, cuando uno de cada seis se gradúe, serán las relaciones que establezca con mecenas e instituciones –aún más que el propio talento– lo que lo hagan brillar, o al menos vivir de la tocada. Laboralmente, son prestadores de servicios profesionales a los que se les puede pagar por hora, concierto o canción; su estatus de trabajadores casi informales los deja fuera de cualquier prestación social que los proteja a ellos o a sus familias. TOCANDO EN LA CALLE Recargado en la parada de Francisco Coss y Emilio Carranza, Heriberto Saucedo Ramí­rez espera la Ruta 2B San íngel para subirse a trabajar. Lleva consigo su guitarra acústica y su repertorio musical: dos o tres canciones, no más. Su escenario es el pasillo del camión y la propina voluntaria del usuario, su contrato millonario. “Eri Grease”, músico urbano y amante del buen rock and roll, aprendió a tocar la guitarra sin pensar en el talento y más en la necesidad. “Empecé a tocar hace como tres aí±os, y casi casi aprendí­ a tocar arriba del camión. Querí­a darme a conocer y vivir de la música, no buscaba hacerme rico, pero sí­ ser reconocido; ganar algo de dinero y sobresalir”. Pero tocar en los camiones no es suficiente. Aunque su guitarra no paga pasaje, cada vez es más difí­cil poder abordar un camión y ganar unos pesos con su música. “Varí­a mucho lo que puedo ganar; nada es seguro porque puedo ganar 10, 50, 80 pesos, 50 centavos o nada. Además los camiones ya casi no nos dejan subir por los inspectores y tocar en la calle no es muy seguro”. Además, Heriberto trabaja como barman por las noches. Es un empleo seguro que le garantiza prestaciones médicas, laborales y un sustento. Tras dejar la escuela para dedicarse a la música, tuvo que buscar un empleo mejor pagado para salir adelante. Ahora que está casado tiene otras prioridades. Hacerse famoso pasó a segundo término, y aunque su esposa lo apoya en todos sus proyectos musicales, sabe que los gastos familiares no se van a pagar solos. EN EL PAíS EQUIVOCADO La situación de Heriberto es la misma para todos. Los músicos se enfrentan al dilema peligroso de vivir por amor al arte o hacer arte para vivir, sin importar en este caso si se trata de un humilde músico empí­rico o del más virtuoso y preparado concertista. Para la directora de la Escuela Superior de Música de la Universidad Autónoma de Coahuila, Griselda Magdalena Reséndiz Flores, el talento no siempre es garantí­a para ganarse la vida. “Vivir de los conciertos no es completamente factible, a menos que seas así­ un virtuoso, pero tiene que ver también con la forma en la que cada músico se relaciona con las instituciones o la gente”, seí±ala. En México aún no tenemos diseí±ado un sistema educativo para la música el cual pueda tomarse desde la infancia, como ocurre en otros paí­ses, donde en comparación sí­ es posible vivir de los ingresos obtenidos de la música. “La carrera son siete aí±os y antes eran ocho, pero esto ocurre porque en cualquier otra carrera el estudiante ya tiene las bases: la primaria, la secundaria y la preparatoria. Pero para la música las bases son diferentes, hay que empezar enseí±ándoles a leer y a escribir la música, como en preescolar”, explica. “Sí­ tenemos mucho talento. Si los jóvenes que entran a la escuela pueden hacer eso a los 20 aí±os, pues con la educación musical adecuada y aplicándola desde más pequeí±os, saldrí­an de la escuela mucho más preparados”. Son cerca de 120 jóvenes los que intentan ingresar a la Escuela Superior de Música cada aí±o, buscando la profesionalización en su instrumento, sin embargo, de ese reducido número únicamente 60 cumplen con su cometido. Más tarde, por situaciones que van desde problemas económicos, frustración, desesperación o aburrimiento, sólo 10 estudiantes logran terminar la carrera, en cualquiera de las dos especialidades que hayan elegido, dejando a su paso un montón de sueí±os rotos. “El estudiante debe tener aptitudes para la música, que evaluamos a través de un examen de admisión en cuatro partes, que consiste en una entrevista con tutores, la audición de su instrumento, una parte teórica y auditiva en grupo, y una parte auditiva individual”, agrega la directora. Entre tanto, según expone Reséndiz Flores, aquellos músicos que no estudiaron en ninguna escuela, o bien que simplemente ejecutan su talento como mero pasatiempo, se convierten en una competencia desleal para los músicos con carrera, agravando aún más la problemática central que nos ataí±e. Los pocos músicos que egresan se van a otros paí­ses, se encuentran desempleados, dan clases particulares o tienen negocios propios. ¿EL PAGO? EL TAXI O LA CENA Cualquiera que sea el origen del artista, cuando comienza, y en el peor de los casos durante toda su carrera, se enfrenta a un sinnúmero de vicios que laceran la profesión, que van desde tocar gratuitamente en espacios que sí­ ganan dinero con la música, como bares y restaurantes, hasta cobrar con consumo en alimentos y bebidas embriagantes. De acuerdo con Israel Mancillas Mendoza, gerente del bar Dublí­n Irish Pub, esta situación se debe –como en todo– a la ley de la oferta y la demanda. “El bar no tiene el mismo presupuesto para contratar una banda, cualquiera que sea su género o número de integrantes, en fin de semana que por ejemplo un lunes; el bar tiene que conocer los dí­as más fuertes y ofrecer lo mejor a sus clientes”, comenta. En muchos establecimientos, las nuevas promesas tocan la puerta y ofrecen sus servicios como músicos de forma gratuita, sin importar que haya o no ganancia, aun cuando los músicos inviertan en transporte, equipo, vestuario e instrumentos. “No se puede comparar la ganancia de un bar con la que tiene el músico, pero trabajo es trabajo y como en todo se invierte, nosotros pensamos que el músico y el bar tienen que ser una mancuerna y obtener ganancias para ambos”, destaca Israel Mancillas. “Creo que los bares que ‘ofrecen el espacio’, como dicen, deben ofrecer algo más a los músicos, entendemos que muchos de ellos quieren dar a conocer su material, llegaron a audicionar, tienen música original, pero al menos pagarles el taxi, la cena, todo trabajo debe ser remunerado”. En el mejor de los casos, la banda profesional establece obligaciones mediante un contrato, en donde se estipula el monto a cobrar, el tipo de presentación, duración del evento y otros aspectos a beneficio de los contratantes, sin embargo, a decir del gerente, estos casos son los menos. “A veces el bar se arriesga y contrata a una banda más grande o más popular, que en teorí­a va a traer más gente. Pasa mucho, por ejemplo, con las bandas de Monterrey, que como ya traen una gira pues te cobran menos y ganas más, y eso también le afecta mucho al músico local”. TRABAJO MUSICAL Laboralmente, los músicos están catalogados como prestadores de servicios profesionales, y la gran mayorí­a de ellos trabaja de forma particular o por cuenta propia. “El trabajo artí­stico es diferente a otro tipo de trabajos manuales o intelectuales, el artista vive de lo que produce, como el pintor que vive de los cuadros, el cineasta de las pelí­culas, el músico de hacer o interpretar la música, en cualquiera de sus géneros o vertientes”, declaró la secretaria del Trabajo en el estado, Norma Leticia González Córdova. En la ciudad son muy pocos los músicos que podrí­an definirse como profesionales, ya que trabajan en la informalidad, sin estar dados de alta como prestadores de servicios o personas fí­sicas con actividad empresarial. La mayorí­a de ellos no se dedica solamente a la música, y el trabajo que desempeí±an sólo representa un ingreso adicional a su empleo estable y por ello existe mucha rotación; personas que se dedican a este giro por un tiempo, que luego lo abandonan o bien que toman el trabajo sólo como un ingreso complementario. Aunado a ello, ahora la ley permite que se contrate a los trabajadores, en este caso a los músicos, de forma eventual, por hora, por dí­a, por concierto y hasta por canción, por lo cual los propios artistas tienen que procurar particularmente sus prestaciones, como Seguro Social, Afore o créditos de vivienda. “Existen sindicatos gremiales de músicos, que representan los intereses de quienes realizan una actividad similar, a través de estos sindicatos los músicos pueden obtener beneficios, como tasas preferenciales en vivienda o asesoramiento legal”, expone. SERVICIOS PROFESIONALES Cristian Garcí­a Galván es el representante de la banda Altavox y tiene cerca de 10 aí±os en el medio. Dice que si bien la música deja cierto margen de ganancias, quienes la ejecutan no pueden dedicarse al 100% a ella, debido a que muy pocas veces es bien remunerada. “Nosotros ofrecemos un trabajo más serio y siempre nos manejamos con un contrato, nos dedicamos esencialmente a tocar en eventos sociales, lo que son bodas, XV aí±os, bautizos, graduaciones, en eventos donde se requiere de música en vivo y de un espectáculo como el que tenemos”, detalla. Explica que para las agrupaciones que trabajan en eventos sociales, los grupos semiprofesionales están demeritando el trabajo de los músicos, ya que cobran menos y muchas veces el show carece de calidad. “No quiere decir que sean músicos malos, al contrario, pueden ser muy buenos. El problema es que no saben cobrar o que no se dedican a la música de lleno, y de alguna manera sí­ nos afecta y también los afecta a ellos porque no existen estándares en los precios”. De igual manera, expone que otro factor que vulnera considerablemente a los músicos saltillenses es la competencia desleal, situación que se agudiza cuando sus clientes potenciales contratan los servicios de grupos semiprofesionales u originarios de otros estados o ciudades, principalmente de Monterrey. Esto, porque los clientes consideran que un grupo musical puede ser mejor o incluso más económico si se contrata en otra ciudad. “Todo eso son aspectos que no ve el cliente a la hora de contratarnos. Somos músicos pero también somos una empresa de entretenimiento que ofrecemos un servicio, y que también ofrecemos empleos a más personas”, considera. Por ejemplo, Garcí­a Galván estima que la renta de un equipo musical y de luces para ambientar una boda oscila entre los 9 y 10 mil pesos, gasto que el cliente absorbe al contratar a la banda, y que esta misma invierte como parte de sus servicios. LOS MARIACHIS Son casi las 10 de la noche y los vagones de mariachis comienzan a llegar al centro de la ciudad, tomando como bastión de clientela la calle Allende y sus alrededores. Los mariachis son los músicos más tradicionales que laboran en las calles de Saltillo y a diferencia de otros grupos, pueden lograr lo imposible: vivir únicamente de lo que deja la música. Es el caso de Israel González Valenzuela, de 22 aí±os, quien dejó su trabajo como obrero en una fábrica para colocarse cada noche su tradicional traje de charro. “Desde hace siete aí±os comencé con el mariachi. Yo toco la vihuela en el Mariachi Real San Francisco, y la verdad no me sentí­a a gusto trabajando 8 horas dentro de una fábrica, donde pagan por mes. Yo prefiero ganar dinero todos los dí­as”, seí±ala el joven artista. Israel dejó junto con su empleo un sueldo base, vales de despensa, prestaciones de ley y seguridad social: todo eso a cambio de interpretar la música mexicana. “Muchos compaí±eros sí­ tienen otros trabajos en la maí±ana o van a la fábrica de lunes a viernes y el fin se vienen a tocar; otros, como yo, venimos todos los dí­as, a veces nos va bien otras no tanto, pero es lo que nos gusta”, apunta. En el centro de Saltillo trabajan codo a codo cerca de 12 agrupaciones de mariachis, que a pesar de ser amigos, vecinos e incluso hasta familiares, se ven como una clara competencia. “Todos los dí­as buscamos mejorar, dar un mejor servicio a nuestros clientes, porque ya hay mucha competencia. Todos nos conocemos aquí­, vivimos donde mismo, somos familiares, pero cada uno de nosotros tiene sus gastos y su familia que mantener”, considera. SALARIO MíNIMO De acuerdo con Israel, cada serenata que ofrecen los mariachis (de cinco a siete canciones) tiene un valor para el cliente de mil 800 a 2 mil pesos, de lo cual, en promedio, obtiene de 200 a 220 pesos; es decir, poco menos de tres salarios mí­nimos. Generalmente, un mariachi ofrece un promedio de dos serenatas por noche (seis salarios mí­nimos para cada integrante), obteniendo en ocasiones mejores ingresos que los que ofrece cualquier transnacional. “Lo único malo es que no tenemos servicio médico ni prestaciones. Tenemos que guardar dinero de cuando nos va bien para esos gastos imprevistos, para la familia, para los instrumentos, el traje nos cuesta casi 3 mil 500 pesos; son gastos que uno tiene que hacer y que salen de aquí­ mismo”. CONTRA LA PIRATERíA La Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM), encabezada por el cantautor Armando Manzanero, vela por los derechos de los compositores en el sentido de que la industria musical, así­ como los usuarios de la obra, paguen los costos correspondientes a las obras que utilicen, o bien con aquellas que se lucre. “Nosotros nos enfrentamos en forma diaria a la violación de derechos de autor por parte de los usuarios, por parte de músicos, de particulares, de forma general hay una tendencia a esto, porque nuestra cultura no es tan vasta en el respeto al estado de derecho”, declara el delegado de SACM en Coahuila, Exiquio Reyna Ramos. Al igual que los músicos, los compositores se ven vulnerados cuando no se les paga el derecho de sus obras, generando un conflicto de intereses que los obliga a buscar otras fuentes de ingresos para salir adelante. A diferencia de ellos, según comentó el delegado, la Sociedad de Autores y Compositores de México, particularmente en el estado, logró que procediera una demanda ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en contra del Municipio de Torreón, al cual acusan de evadir el pago de derechos de autor de diversas obras que se explotaron sin su consentimiento. “Nuestra sociedad está constituida conforme a la ley y aglutinamos un millón 100 mil compositores en todo el paí­s, con un catálogo en custodia de 6 millones 700 mil obras; de ese tamaí±o es el trabajo que nosotros desempeí±amos”, expone. La violación que cometió el Municipio de Torreón al explotar la obra musical de los autores que el SACM representa, generó la primera recomendación en materia de Derechos Humanos a favor de un compositor, generalmente también considerados como músicos de oficio. “Cualquier persona que tenga un aprovechamiento de la obra tiene que venir con autores y decirnos qué canciones van a usar y con base en eso obtener una licencia, pero todo el mundo la brinca”, considera Exiquio Reyna. El delegado estima que solamente en Saltillo existen alrededor de 16 agremiados al SACM, los cuales, dijo, diariamente viven situaciones que vulneran sus derechos al utilizar su obra sin su consentimiento. AMOR AL ARTE La mayorí­a de los músicos, o al menos los que están en formación, consideran que en principio la música se ejecuta por mero amor al arte. “Cuando yo era muy nií±a mi mamá nos inculcó mucho la música de estudio, clásica, barroca y de todo, incluso nos poní­a conciertos y nos dio un pajarito a cada uno de mis hermanos, yo le puse al mí­o ‘Amadeus Mozart’, desde ahí­ nació mi gusto por la música”, comenta Nancy Patricia Ruiz, estudiante de música. Ella estudia y ejecuta el corno francés, un instrumento musical muy raro, incluso en las orquestas, ya que se requiere de una complexión y técnica en particular para poder dominarlo. “En otros estados de la República existen bandas y algunas de ellas tienen corno, pero aquí­ el corno no es nada conocido, ni en Monterrey, salvo en algunos grupos que lo tienen, porque la ciudad todaví­a no tiene el nivel de cultura para escuchar un buen jazz, un blues estudiado”, explica la estudiante. Para Javier Guia Coronado fue algo diferente, pues comenzó de forma autodidacta a los 13 aí±os. Originario de Matehuala, San Luis Potosí­, el estudiante se trasladó hasta la capital coahuilense para perfeccionar su técnica en la guitarra. Ya desde antes de ingresar a la escuela, el joven artista invertí­a más de 5 horas al dí­a practicando su instrumento, dejando de lado muchas actividades propias de los adolescentes. “Yo pienso moverme a otro paí­s, porque a veces no se puede y es muy limitado. Serí­a lo más indicado. Yo me veo estudiando una maestrí­a y un doctorado, y es algo que estoy decidido a hacer”, agrega. EL PRECIO DE TOCAR Al tratarse de una actividad empresarial, la música se cobra de forma subjetiva, a consideración del propio artista: un músico puede trabajar gratis o cobrar un show en millones de dólares. Sin tabulador oficial, un conjunto musical puede cobrar de 500 a 3 mil pesos por evento o por hora. Una banda de rock o pop que toca en un bar puede cobrar entre mil y mil 500 pesos por hora, dependiendo el dí­a de la presentación, la hora o el género. Puede recibir su pago en consumo y otros “beneficios”. Los mariachis o “fara faras” cobran dependiendo del número de integrantes y de canciones interpretadas, entre mil y 2 mil pesos por serenata, la cual oscila entre cinco y siete canciones. Los mejor remunerados son los músicos de boda, que cobran entre 20 y 30 mil pesos, aunque suelen descontar la renta del equipo de sonido.
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