
Su universo culinario lo forman las comidas hipercalóricas.
Por: Agencias
Madrid.- A Margaret Thatcher le enloquecían los huevos cocidos. Podía comer 30 a la semana, simplemente acompaí±ados de una tostada con Bovril y un trago de whisky. Bill Clinton era un devorador de bollos. En campaí±a hubo quien le vio zamparse de una tacada una docena de donuts. Y de Donald Trump se ha sabido que su universo culinario lo forman cuatro grandes grupos alimentarios: McDonaldâs, Kentucky Fried Chicken, pizza y coca-cola. Una comida hipercalórica, cuyo menú estrella se compone de dos big mac, dos filetes de pescado y un batido de chocolate. Todo de una y adelante.
Esta dieta fue elevada en campaí±a a rutina diaria. Lo cuentan en Deja a Trump ser Trump dos antiguos (y despedidos) asesores, Corey Lewandowski y David Bossie. El libro, del que The Washington Post ha dado un jugoso adelanto, no es un perfil duro, al contrario. Pero en sus páginas los autores no logran ocultar la perplejidad que les causó el candidato: âMás tarde o más temprano, todo el que está con Trump acabará viendo un lado suyo que le hará preguntarse por qué escogió trabajar con élâ.
Entre esas aristas figuran sus estallidos. Broncas capaces de âromper en pedacitos a los más durosâ. Una de estas arremetidas la sufrió el que fuera su jefe de campaí±a, Paul Manafort. A oídos de Trump llegó que Manafort había dicho que era mejor que no saliera en televisión. El candidato le llamó: â¿Dijiste eso? Iré a televisión las veces que me salga de los cojones y tú no dirás ninguna otra jodida palabra sobre míâ¦â. Poco después fue despedido.
El retrato es descarnado. Dibuja un Trump tan temeroso de los gérmenes que no toma galletas de paquetes ya empezados, y tan cuidadoso de su imagen que para eliminar las arrugas se hace vaporizar el traje con él dentro. Un ser felliniano cuya autoestima nunca desfallece. Así ocurrió cuando en plena campaí±a se destapó la grabación en la que aconsejaba âagarrar del coí±oâ a las mujeres para seducirlas. El escándalo hizo que el entonces presidente del Partido Republicano, Reince Priebus, pronosticase una segura derrota. Trump le convocó y ante el sanedrín electoral le espetó: âVoy a ganar. Y si los republicanos me abandonan, los derribaré conmigo. No pienso perderâ. Ganó y seis meses después de la investidura, Priebus fue despedido. Es la dieta Trump.
Con información de El País