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Más de 30 años en un ‘infierno’ de 40º

En “Las Moritas”, poco se cree en las promesas, ninguna autoridad de los tres órdenes de gobierno ha podido darles una solución al problema.

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En “Las Moritas”, poco se cree en las promesas, ninguna autoridad de los tres órdenes de gobierno ha podido darles una solución al problema.

Por: Alexis Massieu

Monclova, Coah.- Hace más de treinta aí±os que a quienes viven olvidados en un proyecto inmobiliario que fue abandonado al Norte de la ciudad, el intenso calor del verano los sigue apaleando cada vez que el termómetro llega o rebasa los 40 grados, le llaman “Las Moritas” y ahí­, no hay ventilador alguno debido a la falta de energí­a eléctrica, siendo la única opción para los nií±os, si es que hay agua ese dí­a, refrescarse en una alberca inflable, mientras los adultos los observan bajo la sombra de un árbol, arrullándose al compás de las mecedoras.

En “Las Moritas”, poco se cree en las promesas, el sofocante calor apenas y deja pensar en ellas, la luz es la principal, pero ninguna autoridad de los tres órdenes de gobierno ha podido llevárselas, darles una solución al problema legal que desde un principio la condenó, primero al saqueo y luego al paracaidismo, por último al padecimiento por la falta de los servicios básicos.

Seis calles polvorientas y un centenar de pequeí±as casas en obra negra, rodeadas de maleza y conectadas al resto de la población por un sólo sendero, son “Las Moritas”, el hogar de los marginados, quienes ya de noche se pueden guiar a través de sus oscuros senderos, gracias a unas cuantas luminarias con paneles solares que engloban la infraestructura con la que cuentan los habitantes de un sector donde los postes de la CFE se yerguen sin cables como fantasmas de un servicio que nunca llegó.

Refugiados tras sufrir tragedia

Hace 4 aí±os Raquel Saucedo llegó con su familia a la Capital del Acero, procedente de Múzquiz, vení­an huyendo de quien asesinó a su hija, un delincuente que actualmente se encuentra purgando una condena en un penal, pero que la llevó junto a sus nietos a tomar por hogar una de las casas en la abandonada colonia del Sector Norte de la Ciudad.

Un tanto obligados por la temperatura que iba en ascenso, y otro tanto para festejar al abuelo, Raymundo Maldonado, quien trabaja de lunes a sábado en un tajo de carbón para sacar adelante a la familia, se reunieron en el exterior de la casa para celebrar el Dí­a del Padre, llenando la alberca inflable para que jugaran los nií±os y se libraran por un rato del intenso calor.

En los últimos 5 dí­as no hemos batallado con el agua, dijo Raquel, “regularmente llega cada tercer dí­a; la alberca la estamos llenando con el agua de un bote”, explicó quien se convirtió en madre por segunda vez, “la más chiquita tení­a un aí±o y meses cuando su mamá murió, el más grande quiere ser chef y todos llevan excelentes calificaciones”, aí±ade orgullosa.

Ante la falta de ventilador, confesó pasan mucho calor, lo de llevar la luz a la colonia, dijo, son puras promesas, explicando que no pueden dormir afuera porque es arriesgado, “peligro y me roban a los nií±os”, dijo levantando los brazos, seí±alando a los tres pequeí±os que jugaban en el agua mientras el más grande, que ya va en secundaria, les arrojaba el vital lí­quido con un bote.

De noche cuando una de sus hijas regresa del trabajo, seí±aló, su esposo va a su encuentro hasta dónde está una miscelánea para que no tenga qué caminar sola en la oscuridad, sin embargo, aseguró que en “Las Moritas”, no viven maleantes y que entre los propios vecinos se cuidan.

A pesar de que el calor se vuelve insoportable por la falta de aparatos de aire, refirió Raquel, no se generan muchas enfermedades por las altas temperaturas, pero debido a que no tienen seguro social, la última vez que se enfermó uno de los nií±os tuvieron qué gastar mil pesos, dado que el Seguro Popular implica ir al Hospital Amparo Pape de Benavides donde les faltan muchas cosas.

Frente a ella, hay un anafre, que dice prefiere usar cocinando afuera, en lugar de poner a hervir los frijoles adentro de la casa, pues entonces el calor se vuelve aún más insoportable y mejor se salen para aprovechar el aire.

Una de las cosas malas de vivir en un lugar retirado, seí±aló, es que los nií±os tienen qué ir muy lejos a la escuela, aunque eso no es ningún impedimento, ni para los más chicos como para el más grande, que a pesar del solazo, si no hay dinero para el camión se va caminando, demostrando las ganas que tienen de salir adelante.

Con sudor en la frente, Raquel dijo que hay gente buena que los ayuda con los gastos de la escuela de uno de los nií±os, y otras tantas que los apoyan con cosas, sin embargo existen muchas necesidades en “Las Moritas” y la mayorí­a no hace nada, sentenció teniendo la mirada fija en los nií±os llenos de alegrí­a jugando en la alberca inflable llena de agua. (Alexis Massieu)

Una vida en el abandono; claman ayuda

Hoy por lo menos está venteando, dijo la seí±ora Isabel Flores, en relación al sábado anterior cuando se alcanzaron 46 grados en el dí­a más caluroso del aí±o, sí­ soplaba, agregó, pero te quemaba el aire, “aquí­ tenemos más de 30 aí±os”, refiriéndose a ella y a su esposo, quien la acompaí±aba sentado a su lado en otra mecedora, dando de vez en cuando unos tragos a una “Coors Light” en lata.

Su casa está en una esquina y la pareja de adultos mayores aprovechan la sombra de dos árboles para soportar el mediodí­a, “aquí­ crié a mi hijo, prosiguió Isabel, ahora se vino a vivir otra vez con nosotros, porque se divorció, también crí­e a un sobrino, vivimos aquí­ desde el principio y aquí­ me voy a despellejar”, sentencia con un tinte de ironí­a en su voz haciendo referencia tanto a su edad como a los 40 grados que se registraban en ese momento.

“Ni de noche nos da el calor un respiro, tampoco los zancudos”, explica, tras aclarar que no tienen ventilador porque nunca les han conectado la luz, estando justo enfrente de su domicilio un poste de concreto “que ni sombra da” y no tiene ningún cable, seí±al de que la energí­a no está cerca de llegar.

Según explicaron el lugar iba a ser una colonia para los mineros o para los maestros, pero hubo problemas por la mala construcción de las casas, no las quisieron y los terrenos pertenecí­an a otras personas, por eso nacieron un montón de problemas legales y los servicios nunca llegaron.

La mayorí­a de los hogares tienen ventanas sin vidrios, con telas mosquiteras y marcos hechos de distintos materiales, al igual que las protecciones que son a veces de metal o de madera, lo mismo sucede con las puertas principales o secundarias de las casas de concreto con techo de dos aguas

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